203 LAS AGUAS DEL DILUVIO Y EL DESIERTO DE LA SED



Cuando veo caer las aguas del Eufrates y el Tigris
sé que allí estuvo el Edén.
Sé que pertenezco a la multitud
cuando veo resbalar las aguas del Indo

Cuando veo descender las aguas del Ganges
sé que allí fui bautizado
Y sé que fui salvado
cuando veo bajar las aguas del Nilo

Cuando veo desfilar las aguas del Támesis
sé que ruedan las cabezas de los vivos
Y sé que el trabajo martiriza
cuando veo correr las aguas del Volga

Cuando veo pasar las aguas del Danubio
sé que el azul sólo pertenece al cielo
sé que es mentira la leyenda del anillo
cuando fluyen las aguas del Rhin

Cuando se deslizan las aguas del Paraná,
sé que son de verdad
y cuando veo desplomarse las cataratas de Iguazú,
sé que ellas no me mienten.

Cuando se rompen las aguas del Amazonas
sé de la urgencia de la creación
y  pregunto si el cielo de esas aguas
ha traído nubes,
que también son aguas del Tajo y Duero,
del Arno y del  Río de las Minas, 
el más grande de mi vida
que es el bello río en que viajan los navíos de mi infancia
hacia patrias nuevas donde embisten los océanos mayores,
y la marea me responde:

¿Y si tus ojos son tan grandes y oscuros
como el lago de Ypacaraí
con su mirada hacia los cielos chorreando?
¿Y si el musgo húmedo te crece como en la catedral de Caacupé?
Viajarás en el ciclo del agua por la eternidad. Lo sé.
¿Y si es mentira que todo te nace de la lluvia?
¿Y si te secas como las momias de Guanajuato?
¿Y si la arena calcinada y seca del Chaco es tu rostro?
¿Y si los áridos caminos del Desierto de Atacama
llenos de aire escaso, piedras y peñascos
por los que algún día se deslizaron humedades
son definitivos, sin retorno?
¿Y si lo que subsiste después de todo es la sed,
la huella sin agua
del húmedo y fetal que alguna vez fuiste? Tú
no podrás creer en dios
si sólo estás de pie frente al alma mal vestida de tu madre
sollozando polvo estéril;
porque sobrevives a todos sus abortos.