369.- NOTRE DAME de París


Cuando es tibio alivio a mi ejercicio 

la luz que encandila esos vitrales
en prima voz del rosetón, comparo.

Parpadea un cirio en el mismo rincón de Napoleón. Así  respiro.
Y enumero:

- la pétrea flora en su erosión,
- la saliva de oraciones, 

- coronaciones y bautizos,
- y el cortejo de los fúnebres. 

Demasiados desfiles
después de cada guerra, muerte y de las velas

Todo el aire Notre Dame
se llama Mnemosine,
la llama es un sermón
la chispa, la estrella que no fui.
Y no te miento Cristo
así respiro el azote con mis larvas.

Nada había de real y estaba dios también
Necesaria a su existencia era oler a incienso,
a homenajes y perdones, a flor de piel e hipocresía
En sus asientos de madera 

estaba el carpintero medieval con sus olores
los labios de Esmeralda y el terco jorobado

Y la ceguera de un mendigo en la pila bautismal 
con su víspera y miseria.
Pero en la tierra 
un vuelo en pleno cielo pedía el arquitecto.

También cayó la nieve sobre gárgolas y cuervos
Adentro todo era un ala de mariposa sin escamas
cavidad tajante y soberana
con relámpagos y nidos espantosos.

Y almohada de los muertos.

Nuestra dama tutelaba con sus cofres
las tres piedras preciosas
Arquitectura, Armas y Palabra.


Justo cuando el mejor rogante abandonaba para siempre su comarca
la escuché bendecir el exterminio
y escupir misericordia por los diezmos.
Como toda casa del señor

la madre gótica de adioses y bautizos te vacia hasta los rezos.

Pero mi infancia
trinchera subterránea en lo profundo del cimiento
vio cosas terribles,
nacimiento y destrucción
más inmensos
 que la Historia Universal.

La Notre Dame será una madre
pero yo no soy el hijo, pues parido fui
en catedral glaciar
y monumental momento de la nieve inmaculada.

Mi bautisterio de los rezos
es un signo de agua 

una marca de rocío que inunda los silencios
y aplaca la perpetua sed de los perdones.


Con todo 
el frío,  mi catedral es más pomposa 
que los coros celestiales deste verso
No hay misterio en su silencio
ni rogativas en diluvio

Y son dos sus piedras,
escarcha y nieve.


Con todo eso

no estaba solo 
y creí.
Te lo digo:

canta el frío 
mejor que tu órgano de tubos y pitazos.

París con su gris reputación 
- me dijo la serpiente -
preguntará qué casa buscas
si aquí tienes tu centímetro vital, 
el punto cero.
La clave será la caminata de tu sangre
por el pasillo extenso de tu propio laberinto.
Que te sea suficiente. 

Ese fue su vaticinio.


En nada te pareces a mi catedral 
allá en mi océano de gélidos torrentes
El manatial con otro dios que me propones 
no me pertenece.

Y aquí me tienes Pobre Dama,
donde acontece mi última palabra al verte abierta

pariendo como siempre nuevos santos y beatos,
miserias y traiciones.