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Cuando el monstruo se llamaba Víctor
y en Quilpué era el Víctor Bazáes
mirando por encima del hombro.
Hoy lo descubro desde mi cordura
y sus huesos de medianoche rasgan
los soles de mi ciudad.
Astillas ciegas rompen la ira del juicio
corriendo por sus mejillas
sin entendimiento y a plena locura.