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Cuando Fellini redime Amarcod:
nos masturbamos en el coche del gran papá
y el de gota cristalina era el capitán.
que en el aula de invierno recitaba:

Piececitos de niño
“azulosos de frío
“cómo os ven y no os cubren
“¡ Dios mío!


Frente al busto de Gabriela
y a su nariz de bronce miedo en el Liceo de las Niñas.
Desde entonces reniego de las capitanías
de la misa diaria
del cordero en sacrificio derramando sangre
como un lago inmenso
como espejo telescópico donde danzan reflejados los planetas
como rueda de carreta flotando en el negro firmamento
como foco incandescente deslumbrando sobre un parachoque
que se bambolea con el nombre de Gradisca, Tita y Gina.