304.- MÍRAME AHORA, MAESTRO.

Cuando te llamo, no me oyes.
Y es el niño
que se turbó con los versículos no sabidos
el que te llama.

Cuando el delirio es llama prodigiosa en tus mejillas
es el niño frente al quinto B
confuso en la pared escarnecido
el que te mira.

Escanciase la salvajada del maestro poderoso
sobre el niño
y titubea la mirada vacilante de por vida
que solo aplacará la insolente ira
del futuro adulto vengativo
frente a los ojos ya vencidos del perverso:

Aquel maestro.