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Cuando pegarías tu oído a esa débil pared
para oír a esa mujer. ¡Y pagarías !
Las once mil vergas hablan sus poemas
en abundante voz muy baja a Lou.
Gata de coño y canela frenesí
Mujer que era un pretexto
porque ya no se canta a la mujer la hermosa
o lo que vemos en ella de sus pétalos. Ya no.
Coplas y aquelarres con celebrados timbales
fenecieron
Fenecieron los cortejos de la muerte indiscernible
Fogonazo alucinado del deseo
es lo que dura
Hombre ambidextro sobre la fiebre lúcida
es lo que excita
Hemos enterrado a la doncella y a sus caballos.
No soportamos esos versos.
Id, tiernos efebos apolíneos,
Id con sonetos de sed a la desesperada Venus,
Id a la deportista elasticada
que reirá bronceada en su vitrina:
-¡Vamos muchachos!.
canten como muchachas.
¡Para eso recordamos a Guillaume Apollinaire!