142.- LAS CARTAS DEL TAROT


Cuando de todos los libros de mi biblioteca
descubro que guardé sólo una frase
irrepetible
pura
que no podía ser modificada
ni contaminada
y mis libros queridos.
Mis amadas páginas pudriéndose
mis adorables masturbadas
sólo enmarcan la ventana por donde pasa tanta gente:
Los mormones golpeando tantas veces incontables
para preguntar si estoy en paz con dios,
los traidores que me miran en lo oscuro
para saber si estoy con mucha ira.
Los insurgentes
sin conocer mi risotada
Los indigentes
que sueñan con culparme.
El cartero
que sólo trae cuentas
y no el saludo ingrato que yo espero,
Los muertos de la risa y cobradores vengativos
Sobre todos estos últimos,
pirañas de mis bolsillos,
para los cuales escondo mis caudales
Y la amante que ya no soporta mis huidas
Y mi dinero
que se escapa presuroso a puras carcajadas
del quilombo bullicioso de mis bolsillos rotos.
Para eso están los caracoles tan custodios
del mio tesoro en mi pecera
porque nada me es más grato
ni sagrado
que proteger mi sed en la cantina
mi ebriedad tan amorosa
en el acuario que me aturde
y por la cual yo me deshonro
y vanaglorio.
Calladamente tiro mis cartas del Tarot
para saber si debo abrir o no
la puerta negra de mi casa negra
para que pase mi mujer alegremente oscura
y mi hija tenebrosa en su burbuja,
elegante, con sus hijos retardantes,
la comparsa tata de las mierdas putrefactas
que prosigue con mi sangre,
¡que se retiren los rapaces nietos!
Aquellos
que murieron reventados en la caída del avión
arrollados por el autobús
destruidos por el carro bomba
agobiados por el incendio de su hogar
abrumados por la mujer que los dejó
superados por la falta de dinero
despreciados por la hija con el hijo sin padre conocido.
la mujer del proxeneta
y la hoz
que en mi ventana espera al que se asoma,
son el martilleo de estas teclas que golpean mi cabeza
para lo cual
me protejo gruesamente con los libros de mi biblioteca
y el absurdo intento de ceguera
de la orquídea inmensa que yo era.

Y era la frase que yo escondo
creo, de Carpentier:

El pez gris de aquel estanque
bostezaba en agua musgosa
mirando con ojo redondo
al hombre sobrante...