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Cuando Laika moría calcinada
Capitán iba conmigo a la hora del té
a comprar el pan
en un pueblo desconocido de aceras encaladas,
de palomas y molinos;
todo y más en el mismo domicilio.
Mi pueblo;
con desconocidos inquilinos,
sin convicción ni reglamentos
y a la hora de la bomba atento
como un perro.