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Cuando Sthendal creyó que los sentimientos se podían cristalizar
no era tan mala idea
Podríamos guardar en la alacena
alguna que otra pena
Podríamos guardar sencillamente
esos malos pensamiento por la gente
en el diván de aquellos polvos.
Guardar en algún lugar secreto la arruga de la inquina.
En el baúl de los recuerdos
cabrían muchos sucesos dolorosos
y algún que otro pecado vergonzoso;
. . . si se pudieran cristalizar.
Por ejemplo:
La ira que siento por mi jefe
sería un cristal morado con estría negras
negro de mis escupitajos en el café del mediodía
La envidia que siento por mi compañero
sería un cristal común
de similares vértices y aristas
pero verde como las hojas del día
La lujuria que siento por ti
sería en cristal volcán
que deposito fervoroso
de insaciable luto en rinconeras manoseadas.
La soberbia que me hace inaccesible
sería un cristal lupa
que empequeñece a los otros
y donde se equivocan siempre
respecto de mis opiniones
La avaricia es el cristal que olvido
y resplandece en la repisa del desván
donde custodias telarañas
no saben para lo que sirve.
La gula sería un cristal informe
en el que se refleja el otro voraz
de cebos y sudores
con ronquidos y furúnculos
posado en la mejor mesa servida
La pereza seria un cristal pequeño
al fondo de un río militar
con su secreto de estado jubilado.
Pero los sentimientos son fragmentos falsos
de los sueños que alguna vez soñé.