Cuando en la Plaza San Marcos
las palomas tiene el piso hecho pebre
según el pantalón de Robinson Monsalve'
y arrullan las pisadas Proust
el callo Borges, el juanete Manns, la gota Dickens
y el calzado roto Marco Polo canturrea
persiguiendo un verso de Petrarca
parecido a un aleteo polvoroso
para confirmar que es la jaula de las aguas
quien huye de su pájaro marino
y el ojo de su lágrima nostálgica.
Reconozco en su discurso a lo Monsalve mismo
que el pebre es aroma de los manteles familiares
de los duraznos secos en el patio de su casa
y los higos hijos de febrero rubio sentados a la sombra del nogal
y se sostienen negros
en el palomar a los horarios de la siesta provinciana
y no en la plaza vieja de San Marcos de Venecia.