172.- JOSÉ ÁNGEL BUESA












Cuando me amaba y me atendía
procurando olvidar esas llamadas me decía:
- No olvides botar la boleta de esa fiesta.
Me decía:
- Eres resbaloso como un pez
mas no te comparas a José.

- No quiero un hijo tuyo ni de él.
- ¿Que tal si me aparezco por tu casa?
Me decía.
Me ponía muy nervioso
Yo creo que estaba loca
No de amor, si no de drama
No de celos, sí de cine.
Me repetía diálogos completos de los filmes
Los cuales por supuesto, yo sabía y repetía.
Nuestro elegido era El Vampiro Fiero
colmado de tormento a contrapelo.
Más de alguna vez
escindí una vena y en sus labios un quejido se asomó.
Pero la verdad 
estábamos enfermos.
No de un mal de amor
si no de locos.
¿O acaso no es de locos
que ella me pusiera de espalda
contra la pared y me besara
y me mordiera con sadismo tras las puertas?.
Eso no se comprende. Es al revés.
Se supone que debía cortejarla con flores y papel
Pero aquello es letra muerta.
Yo hablaba y platicaba con paciencia
y ella me atacaba con sus besos
en plena calle y al envés.
Con inmensa furia se quejaba por la urgencia,
por lo breve y por lo ardiente
Antes de una  cita caminaba
delante de mi paso a la salida,
balanceaba y provocaba mi estampida
como si no nos viera nadie.
Y otras veces
me obligaba a caminar de adelantado
por lo cual se reía humedecida.
Bueno; la categoría de ese amor
solo alcanzó para los versos de José;
José Ángel Buesa,
a quien le agradezco su simpleza.

Y como todo amor de apremio y prisa
se acabó enseguida;
cuando me confesó con gran tristeza y simpatía:
Me casé.