Cuando en las sábanas de luna
las golondrinas con sus vuelos
lastiman el nocturno silabario de la hija del pulpero allí en los juncos,
es la princesa en la comarca
la que espera a su grumete predilecto
con su velero en el lago de sus primeras filigranas
y permanece.
Y la primera ruta roja de sus besos no acontece
ni el vuelo rasante del velamen se desgarra.
Sólo en sueños se aproxima.
Rompe entonces el espejo de la flor en su silencio
y emergen los peces con su estela,
los límites ardientes se desbandan
y el engendro submarino que todo lo permite
la posee
un poco antes de levantarse ya mojada
tal vez un poco menos joven,
cuando el primer rayo de sol lució su risa dulce
en la hondonada.