Cuando me viene de Ancud
el chapalele rombado a la hora del té
humeando en almíbar cristalino
y con chicharrones frente al contrincante
se me vienen además todos los parientes.
Sobre todo los parientes con tremendo diente
atentos a la pedagogía y al dedo parado
que son los Álvarez
cuando me dicen que Ancud se llamó la goleta
que tomó posesión del Estrecho.